martes, 19 de abril de 2011

Sobre el amor en Romeo y Julieta, y en Tristán e Isolda


[…]es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.

Definiendo el Amor - Quevedo


El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, nos dice que el amor es el “Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear” (DRAE), y tiene muchas otras acepciones de este mismo término, que en este caso no nos interesan. Y el motivo por el cuál no son de nuestro interés, es debido a que en Romeo y Julieta y Tristán e Isolda, se comparte ciertas características del término en cuestión.

En las dos obras mencionadas, hay pocas diferencias; pero una de éstas (la más grande y notable), es que el amor entre el “hermoso” Tristán y la dueña de los colochos de oro; fue consecuencia de un brebaje mágico que los hizo perderse de su propia realidad. La madre de Isolda se lo dio a la acompañante de la próxima reina de Cornualles, y la niña y el joven guerrero sin quererlo ni saberlo, lo tomaron. En estas tierras mexicanas podríamos comparar esta bebida con el toloache. Si es que tuviéramos que buscar un Algo donde cupiera la comparación.

El Montesco Romeo y la Capuleto Julieta son un par de adolescentes que buscan huir de los mandatos de sus padres y conocidos (respectivamente), ya que son dos familias que se odian hasta la muerte (literaria y literalmente hablando). Podemos encontrar ya en este tipo de literatura una concepción muy romántica del amor. Esto, en el sentido de que no se puede ser siempre feliz porque debe haber algo que interrumpa dicha felicidad para que se pueda amar; pues si no se sufre no puede haber un amor de verdad. Se tiene la sensación de que si no es un amor prohibido y no se tiene que pasar por diferentes pruebas para lograr obtenerlo, no es algo que valga la pena ni voltear a ver.

Si bien, la diferencia entre los dos amores radica en su origen; los dos son sometidos a un estado de clandestinidad. Romeo visita a Julieta por la noche de forma secreta, en complicidad con la criada de la doncella y el fraile amigo suyo. Tristán, ve a Isolda debajo de un árbol cerca del dormitorio del rey de Cornualles todas las noches. Aquí podemos encontrar un elemento en el que las dos obras convergen: la noche.

La noche es un elemento importante para un amor desenfrenado como el de los cuatro sujetos bajo la mira de nuestra lupa literaria. En cuanto muere el día y la oscuridad da a luz a la luna, el amor recobra parte interesante y picaresca. Es donde ocurren las cosas que dignifican la condición del ser humano y su impulso animal, pero también donde se muestra la inteligencia de cada uno de los participantes en las reuniones amorosas. Pues cada visita es una posible afrenta a la muerte. Por ejemplo: Romeo está en el balcón donde Julieta sale a decir barbaridad y media sobre quien la escucha secretamente. Está fuera de su habitación. ¡Qué escándalo!, si lo pescaban, lo capaban de la forma más lenta y dolorosa posible; sin embargo, sabe esconderse, sabe ubicarse de tal forma que los árboles le den sombra y bajo el abrigo de la noctámbula situación puede escabullirse sin ser visto.

El sobrino del rey Marés, aprovecha también la noche para ver a su amada: Isolda La rubia. Y su inteligencia se puede notar en cuanto ve a su tío en un árbol, a través de un reflejo provocado por un cuerpo de agua. Y decide montar un espectáculo que es bien advertido por la reina. Y Marés, rey de Cornualles, cae en la mentira y hace volver a Tristán a su lado, lo llena de bendiciones y lo colma en sus brazos. Pero la noche, amén de ser cómplice, también es victimaria. Pues Tristán cae después de que quiere despedirse de Isolda, ya que iba a ausentarse un día o tal vez dos. Un sujeto con cierta y deplorable escasez de altura pone una trampa al joven; este logra evadirla, pero no es lo suficientemente ágil como para desafiar a una multitud de enardecidos acompañados por aquella noche promiscua que ha de acostarse con quien más le convenga (o sea la noche). Claro, la historia del vasallo y la reina no acaba ahí, pero aquí se nos demuestra claramente la complicidad de la noche en las dos partes, con la víctima y con los victimarios. Romeo, por otra parte, sufre a consecuencia de una noche, es decir, se sumerge en el físico de Julieta durante una noche, y al despertar, todo parecía que iría bien, pero la verdad fue otra. La única traición recibida hacia los dos jóvenes que amaban, fue por parte de la noche.

Ahora veamos a los cómplices humanos. En el caso de Romeo y Julieta, ya los he mencionado de manera repetitiva: la criada de la doncella y el fraile amigo del joven Montesco. Y en el caso del vasallo y la reina, está Brangania. En el caso de la segunda, es sometida a un juicio tremendo y arbitrario por parte de su ama, quien manda a unos siervos a matarla. ¿Dónde quedaba el cariño que le tenía? ¿Qué hubiera pasado si los que le iban a dar muerte a su criada no hubieran tenido compasión de ella?, ¿los habría mandado a la horca como había jurado antes de saber la verdad? Pero eso no fue impedimento para que Brangania le siguiera jurando lealtad[1].

El final es aterrador para quien desea amar y nunca ha amado. Las canciones populares nos hablan siempre de desamor, nos provocan miedo al decirnos que no han dormido 40 noches y que no han podido probar bocado y las borracheras son atroces y de lo más dolorosas. Ahora, agreguemos este plus, casi nada preocupante, que es la muerte[2]. Estas obras literarias son la razón Amar te duele y otras películas de ese estilo; y no es que le encuentre yo un hilo de comparación en tanto la calidad, pero sí encontramos una enorme referencia y motivo de inspiración de la una, para ver nacer a la otra.

Para ser más claro, y reiterando mi afirmación primera: el amor es un paso que nos lleva directo a la muerte; teniendo, como proceso, el sufrimiento y como elemento la noche y compañeros (o compañeras) que ayuden a timar a quien se tenga que timar. El amor, en Romeo y Julieta es el auge de una moral confundida y una actitud retadora. ¿Es posible querer casarse con quien ves una sola vez? Los contextos cambian, pero, usted querido lector, ¿lo haría? En el caso de Tristán, ¿hubiera sido capaz de dejar que su corazón pensara más rápido que su mente fría? ¿Es el amor como Shakespeare y los celtas nos quieren hacer creer? Si el lector pudo seguirme la pista, todo el contenido de este breve ensayo, es confuso, y es debido a que el amor es confuso incluso en la literatura. Y no soy el único que lo piensa ni el primero en decirlo. Hubo un madrileño que tal vez alcanzó a leer a Shakespeare y la leyenda celta de Tristán e Isolda y con base en dichas obras, comenzó a escribir un soneto que hasta la fecha describe mejor que la RAE y que cualquier diccionario de filosofía, lo que es el amor. Porque Quevedo para ello se pintaba solo, y para muestra de ello, la última estrofa de su soneto “Definiendo el amor”, en la que dice:

Este es el niño Amor, este es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo¡

Tristán y Romeo son el ejemplo claro de quienes son capaces de morir por amor (no de amor), y Julieta e Isolda el ejemplo de la femineidad por la cual se da todo, se pierde todo y se gana la muerte. Lógicamente el temperamento de cada uno de los personajes está íntimamente marcado y limitado por el estado del tiempo en el que se encuentran (contexto), y para nosotros será siempre difícil de creer imágenes tan absurdas como un joven en mallas y con flores en mano, saltando como Heidi y encontrando el amor de una de las más codiciadas princesas. Pero no se nos hace tan complicado entender que Tristán era un sujeto corpulento, capaz de matar a uno de los más fuertes contrincantes de todo un reino, y hacer sentir protegida a la mozuela de cabellos color oro. ¿Qué es lo que ha cambiado más en el tópico del amor? ¿Seríamos capaces de morir de formas atroces para demostrar nuestro amor a una persona que recién conocemos? Tristán y Romeo, lo creen más que pertinente: necesario.


[1] Yo creo en la palabra del grupo músico-cómico argentino Les luthiers cuando dicen que: “Si un amigo te clava un puñal en la espalda… debes desconfiar de su amistad”, cosa que Brangania no había escuchado, por lo que veo.

[2] Nótese un pequeño toque sarcástico. No es que piense de verdad que la muerte no tiene nada de preocupante.