En esta segunda parte, quiero empezar a hablar de los artistas plásticos que lograron capturar la esencia de este siglo en sus trabajos. Empezando por uno de mis favoritos, y con un estilo muy particular: Miguel Ocaranza. En esta entrada trataré de hacer un breve análisis acerca de una de sus obras más emblematicas.
Miguel Ocaranza.
Aunque la gran mayoría de las pinturas del siglo XIX reflejaban la esencia del México de las calles, Ocaranza lograba hacer pinturas de gran controversia; tal es el caso de "El amor del colibrí". En dicha pintura podemos apreciar los elementos que Angélica Velásquez Guadarrama retoma en su libro Castas o Marchitas "El amor del colibrí y La flor muerta, interpretadas en su época como una metáfora de la perdida de la castidad."
En la pintura podemos observar dos símbolos claros de esto: la flor y el colibrí, que en unión forman una imagen erótica bastante fuerte para la época. La flor suele ser uno de los siímbolos mas usados para representar a la mujer por la belleza y delicadeza que ésta porta,.
Por el lado de lo erótico, las flores representan los organos femeninos (incluso algunas partes de la flor toman el mismo nombre), al hacer uso de este símbolo, la flor representa a la mujer en diversas formas: lo delicado y la inocencia de la mano con lo sexual y lo erótico.
En el otro extremo tenemos al colibrí. Este animal pocas veces es usado para representar al hombre; pero es un símbolo de fecundidad. En "El amor del colibrí" vemos estas dos formas en perfecta unión: el ave alimentándose de la flor. Esta imagen se puede interpretar como el acto sexual. Otro elemento a resaltar es que Ocaranza no ocupó una flor de cualquier color, sino blanca, el blanco ha sido el color por exelencia para representar la pureza, quedando simbolizado el primer encuentro de una mujer a este mundo, entregando su fruto al ave pasajera, la pérdida de la inocencia.
Si bien Ocaranza no atrapó del todo la esencia del siglo, logró marcarlo con su estilo, con la complejidad bien manejada del simbolo.
