martes, 19 de julio de 2011

Un vago pensamiento sobre el idioma español


Quique Nieto


Intentaba leer hace algunos días en el autobús una novela de Tolstoi, ¿cuál era? No viene al caso el título. Lo importante es por qué intentaba y no lo hacía. En el asiento de atrás dos sujetos hablaban con una voz potente, a tal grado, que creí estar entre ellos. Aclaro todo esto, para evitar que resuenen las voces malignas que dirán lo clásico: Quique es un chismoso. No, no es así, y debido a la naturaleza del tema de conversación que iban desarrollando ambos no pude despegarme de aquella plática.

Se trataba, ni más ni menos, del uso de la lengua española. Podía notarse que eran amigos, pues la empatía que demostraba el uno por la afirmación del otro y viceversa eran perturbadoras. Sí, perturbadoras. Escuché aseveraciones como “muchas personas ni saben hablar: ¿me das un vaso de agua?, no idiota el vaso es de plástico o de cristal, no de agua”. Recordé entonces, una lectura que hice al entrar a la carrera, poco tiempo, en realidad; donde decía que realmente el uso general de ciertas frases compuestas ya son aceptadas por la DRAE, como el ejemplo anterior. Esto, debido al uso común entre la gente. Otro caso común, es, precisamente el de gente y gentes. Este hallazgo me causó una sorpresa tremenda: puede ocuparse gente para referirse a un conjunto de personas donde no se encuentra una diversidad notable. Se permite utilizar gentes para referirnos, también, a un grupo de personas; pero, con una diversidad evidente. Es decir, una manifestación perredista: está llena de gente; en tanto en la cámara de diputados encontramos gentes. ¿Curioso? Sí, mucho. Pero de preferencia sigamos usando la forma en singular.

La conversación de Fulano y Sutano me pareció un punto de partida para una disertación milenaria. Ya decía Antonio Alatorre, todos tenemos un Probbo en nuestros corazoncitos. Como diría mi profesora de Historia de la lengua: es el fetichismo lingüístico. Todos nos creemos críticos de la lengua, nos sentimos filólogos. Sin embargo, los verdaderos estudiosos como lo fueron Antonio Alatorre, Menéndez Pidal, Amado Alonso y como lo es actualmente y en México Moreno de Alba, se han podido dar cuenta que no se trata de juzgar. El conocimiento se que adquiere de la lengua mediante la lengua misma es un reflejo de que ésta es mientras cumpla una función esencial, que es la de comunicar. Mientras sirva para que el circuito del habla no quede trunco y las personas lleguen a completar su comunicación es un idioma saludable. Si tuviéramos que esperar a un excelente hablante del español para tener un monumento al idioma, no hubiéramos visto nunca salir a la luz El Quijote. Tal vez pudiéramos haber leído la obra máxima de Cervantes, pero si ésa fuera la cima del idioma, estaríamos hablando de fermosas donzellas y de un Librixa como diría Juan Valdés al primer gramático de la lengua española.

Recordemos que la lengua española es un constructo, sí, como todos los demás idiomas, que está regida por una gramática pero que ello no significa el fin de nuestra libre expresión. Pero también hagamos volver a nuestra memoria que se trata de un sistema que está vivo y que se mueve junto con todos y cada uno de los hablantes. Es ahí donde es fácil recordar a Saussure hablar de la arbitrariedad del signo: Por más que nos lo propongamos no podemos cambiar la lengua, ella cambiará sola de acuerdo a los usos que gradualmente se vayan haciendo. Voy a parafrasear a Alatorre cuando dice que es igualmente hablante del mismo español el campesino más inculto que aquél que es un erudito conocedor de la filología. Pero no todo se trata de citas académicas, podemos incluso ver un monólogo del comediante español Luis Piedrahita, conocido como El Rey de las Cosas Pequeñas, quien dice que “el español es un lenguaje loable, lo hable quien lo hable”.

lunes, 4 de julio de 2011

Por qué dicen que no leemos



Quique Nieto

Siempre se dice que en México no se lee; sin embargo los estudiosos afirman que la gente sí lo hace, pero el problema es lo que es considerado como lectura. Me parece que es una respuesta mañosa llena de interpretaciones literales. Naturalmente, en México y en todo el mundo la gente sí ejerce dicha actividad; aunque algunos no tan bien como deberían. Pero no se está atendiendo a la realidad de la proposición inicial, que dicha de otra forma tendría que ser así: en México no se lee literatura de calidad.

Esto se debe, para empezar, a la deficiente calidad de la educación básica; así como los fallidos programas para el desarrollo y difusión de la lectura. El programa de Libros del Rincón, por ejemplo, parece ser ornamento en las primarias y un monumento al No tocar. ¿De qué sirve que se haya editado El corazón de las tinieblas de Jospeh Conrad, traducido por Pitol, para este programa si los niños conocerán (si la conocen) la obra hasta la preparatoria o incluso la universidad? Sin embargo no hay formas de que la comunidad que está realmente interesada en constituir una juventud lectora y por ende, libre, asuma la responsabilidad de tales programas o por lo menos de que el Estado las acepte como prioridad cultural. Es sabido, pues, que el sistema utilitario no acepta nada que no deje dinero. De allí se derivan otras tres barreras que habría que reconocer para salir de este cisma cultural-literario.

Ya nadie pretende acercarse a un estudiante o doctor en literatura por miedo a ser apabullado por palabras cultas o difíciles ordenamientos sintácticos. Huyen también de la necesidad de estos de demostrar en una sola charla de 20 minutos todo (absolutamente todo) lo que saben. Los profesores nos abruman con lecturas medievales en la secundaria, cuando queremos acción y no nos vendría mal leer sobre un sujeto que vomita conejos o una epidemia de ceguera blanca. Y por supuesto la apertura editorial a los nuevos escritores y que no haya hijos predilectos que se encargarán de seguir sacralizando la burocracia cultural. Niños mimados de las instituciones, las que sí han sabido ocupar la cultura y las artes para el lucro.

Sólo hay una forma de que la gente empiece a leer textos de calidad: evitando a los intelectuales rimbombantes cuyo carácter en vez de crear lectores, destruye a los potenciales. Huir de los profesores autoexiliados del encanto de la literatura y acabar con las mafias editoriales. En resumidas cuentas: una reconfiguración del sistema literario. Sólo hay que recordar a un Vicente Fox aludiendo a José Luis Borgues o a un diputado diciendo que se alegra de que José Emilio Pacheco haya recibido el Premio Cervantes porque de chico él leía su novela El coronel no tiene quien le escriba.

Quisiera, realmente quisiera, concluir con una buena propuesta para la difusión y el desarrollo pronto de la lectura en la población. Pero no se me ocurre más que sugerir que antes de hacer cualquier otra cosa, es necesaria la depuración de las instituciones culturales y educativas donde impera la ambición y la corrupción, las palancas y las dictaduras de la codicia. Después, la apertura de espacios a una ética libertaria donde resuene el Al diablo con la cultura de Herbert Read y se elimine la necesidad utilitaria, en su sentido económico, de todos los aspectos de la cultura. Es entonces, cuando seremos libres, ni un minuto antes, ni uno después.