miércoles, 19 de enero de 2011

Secuencias urbanas


Xalapa, capital del estado de Veracruz; La Ciudad de las Flores, de la esperanza menor, la Atenas Veracruzana que no se fía de nadie, la melancólica casa de un Roa Bárcena que nos desconoce. ¿Quién hubiera creído que esta ciudad se convertiría tan pronto en un mexiquito?

Miro a mis lados, al derecho primero; esta decisión viene por la manía de ver primero qué nos trae la derecha al presente y al futuro. Después volteo a la izquierda; esto, para saber cómo está. Pocas cosas me sorprenden tanto como lo habrían hecho anteriormente. Nos hemos convertido en un muro de espejos, actuamos como reflejos de un silencio desvelado, como resaca de quiénsabequé alcohol fortísimo.

Cuando era un niño, más niño de lo que puedo ser ahora que ya crecí, no medía los riesgos de lo que era caminar en la noche en una colonia como la Revolución. Claro, iba acompañado de mis padres, ellos espantarían al Coco, al Ropavejero y demás monstruos que castigaban a los desobedientes, a los feos y a los niños Chingaquedito. Más tarde comprendí que la existencia de estos seres, fundamentalmente, se debía a un inconsciente sistema conductista que era llevado a cabo generación tras generación. Pavlov, Skinner y el mismísimo Watson, estarán regodeándose como desquiciados por su triunfo; no tendrían por qué, esto ha sido así desde antes.

La necedad de un infante no supera a la de un adolescente. Por este motivo, de adolescente (gracias a Dios, no más), no sólo no medía los riesgos, si no que si los había, los retaba. Recuerdo una anécdota que ejemplifica claramente lo que previamente dije: compañeros y yo de la secundaria caminábamos en medio de la calle, tapando el tránsito de los vehículos. En el momento que un auto iba a pasar hizo sonar su claxon para indicar que nos hiciéramos hacia algún lado. Lo hicimos, pero yo personalmente, reté a mi suerte; cuando el auto pasó viré hacia él y le hice las tres señas nacionales: la representativa de un falo, la que suena a “mocos” y aquella más conocida como mentada de madre. La consecuencia, una pequeña persecución del automóvil negro, acto que duró alrededor de cinco minutos. Realmente tuve una suerte infinita, quien descendió de aquel vehículo no hizo más que darme un regaño épico. Sin embargo, no pasó nada más. También recuerdo cuando entraba en las iglesias extendiendo los brazos a su lado correspondiente y con voz alta rezaba la consigna de que yo era Satanás. Más de una vez la gente aterrada por la falta de educación salía a decirme algo, otra tantas veces, simplemente me ignoraban. Viví mi adolescencia de forma plena. Corrí detrás de un tren para alcanzarlo, me agarré a golpes, me agarraron a golpes, fui a tocadas de ska y punk, hice y deshice mi vida en un abrir y cerrar de ojos; Le hacía bromas a la gente.

Hace poco me enteré de un sujeto que hizo una broma, no pudo seguirla haciendo después de que un sujeto no supo soportar el acto que pretendía ser chusco y le reventó la cara. Hoy nos enfrentamos a un miedo colectivo, a un nervio local. A una revolución de sentidos, de emociones.

No recuerdo en qué momento el televisor dejó de dar buenas noticias. No sé, ni siquiera si las hubo. Nos han quitado el sueño sin quitarlo. El sueño personal, la esperanza, ésa es la que nos han quitado. Podemos dormir, pero ya no más descanso. Quien tenga dinero, tiene protección, quien tiene estos dos, tiene descanso; quien no, la mayoría, que se joda.

Nuestra ciudad pasó y sigue pasando sin nadie que le indique un camino. Fidel Herrera dejó una Secretaría de Finanzas en quiebra. Maestros, enfermeras, ancianos, estudiantes sin su dinero correspondiente. Madres que perdieron a su hija en manos de un hijo de puta que se escondía tras un pasto crecido, otras madres que también lloraron la pérdida de un hijo a causa de una demostración de superioridad de pandillas uniformadas con idiotez. La misma idiotez de una autoridad incongruente que asegura que los aumentos al diesel, el precio del transporte urbano y demás, se mantendrá; y a la semana sin más ni más pagamos más por todo. La ciudad nuestra de cada día, la que no perdona un insulto pero sí el hurto, el pandillerismo, homicidio, secuestro. Imaginemos encabezados: DESAPARECEN LOS VOLADORES DE PAPANTLA, AHORA: LOS VOLADORES DE CABEZAS. Mientras Xalapa está plagada de automóviles con el tatuaje cuya leyenda dicta: PRENSA. Aquella que nos dice que no pasa nada y al mismo tiempo saturan nuestras retinas con imágenes de quemados, ahorcados, de la cabeza decapitada de Hakim, camionetas destruidas, quemadas.

En México no pasa nada, en Xalapa, menos. Hoy estamos consternados, por un lado nos atacan epidemias, por otro los gobiernos títeres de un régimen dinosaurio, por acá nos traban los tiranos derechistas y las falsas izquierdas, por acullá nos jode la guerra contra el narcotráfico (empleados del Estado. Un teatro didáctico, donde el público es quien más sangre derrama), el desempleo, los aumentos, la contaminación y la intoleracia sexual.

Pero ¿por qué se preocupan? Si vamos bien y viene lo mejor: acaba de llegar un gobierno que seguramente hará bien su labor: defraudar a un pueblo con más heridas que Cristo.

domingo, 9 de enero de 2011

Sobre el arte y el no arte


Últimamente me he encontrado con una pregunta bastante sorprendente. Nunca había pensado en ello. Todo comenzó en el inicio de la exposición de Estridentismo en la Pinacoteca Diego Rivera de Xalapa, cuando una persona me preguntó hasta qué punto algo era una obra de arte. Esto nos lleva no sólo a delimitar "hasta qué punto algo es arte", sino qué es el arte para empezar.

Quise evitar meterme en asuntos filosóficos, (algo estúpido, porque en el arte subyace la filosofía, la estética está plagada de... ), pero para mí era importante partir de la nada. Le expliqué que esa pregunta es difícil, que no creía saber la respuesta. La necesidad de crear arte nos orilla a tener una forma de hacerlo; ya sea la dificultad del modo de creación, o la maestría con que se hace nos lleva al perfeccionamiento de dicha técnica y con ello a una obra de arte. Pero aquello que se sale de las técnicas, las que son nuevas, las vanguardias ultrararas se consideran arte por la imposición de una nueva técnica.

Habría que aclarar que el arte pasa por diferentes etapas a lo largo de la existencia humana, desde el arte prehispánico (para nosotros) hasta el posmoderno. Hay una especie de ruptura en la "objetivididad" del arte, cuando el posmodernismo viene a desequilibrar la mente humana en sus concepciones artísticas. El nihilismo, el existencialismo y otras golosinas mentales vinieron a cambiar la forma de hacer arte, a renovar la técnica. Es ahí, en ese momento histórico cuando las reglas se rompen, el momento de la verdad ha llegado. Es por esto que decir qué es arte y qué no, es contradictorio, podemos, aunque no debemos. Al llegar a la crisis posmoderna, como ya he dicho, la objetividad con la que se había estado guíando el arte se fractura para convertirse en subjetividad artística, y ésta está encadenada a nuestra experiencia estética; esto es, las cosas que hemos podido percibir, lo que nos ha llevado al sentimiento de lo sublime, ya sea el sublime hermoso o el sublime horroroso.

El arte es lo que queramos. Es el aquello que nos lleva a sentir algo, sea lo que sea. Sin importar que sea bueno o malo. Para un joven El gran masturbador de Salvador Dalí puede ser arte, en tanto que para otro chico puede no serlo. Mientras que al primero le trajo una emoción cualquiera, al segundo no le ha ocasionado ningún tipo de sentimiento. Pero según algunos filósofos y algunos literatos e ideólogos de izquierda, el arte nunca está al servicio del poder, cuando pasa a las manos de la burgesía deja de tener el título de arte para pasar a herramienta. Paco Ignacio Taibo II dice que, en el ámbito de la literatura (el arte de la letra), que la literatura es subersiva per sé, que la literatura nos hace rebeldes, estériles de órdenes de sumisión ante el poder conservador. Que nos enseña a escalar estantes de libros porque sabemos que el Kamasutra está en la cima.

¿Qué es el arte? Qué importa lo que los críticos digan sobre esto. ¿Qué importan los tratados de filosofía estética? Si tenemos nuestra capacidad de ver y sentir, de conjuntar ideas y estructuras, emociones y conocimientos. ¿Qué importa quién dice qué es el arte si a fin de cuentas tenemos nuestra propia sensibilización? La experiencia estética.