lunes, 1 de agosto de 2011

La condenación platónica de ¿la poesía?

Quique Nieto

Hay algo en la moral de Platón que

no pertenece propiamente a Platón,

pero que se encuentra en su filosofía,

podríamos decir que a pesar de Platón.

Más allá del bien y el mal, Nietzsche.

¿Habráse visto un conflicto tan perturbador e infinitamente duradero como la Intifada, el imperialismo contra el comunismo, o acaso Thalía contra Paulina Rubio; pero con consideraciones más cercanas a la abstracción que a las reales formas políticas, religiosas o meramente superfluas? Una pregunta bastante larga tanto sintáctica como filosóficamente hablando. Sin embargo quiero hablar de una lucha que viene haciendo eco desde el problema que nos traen los griegos, para especificar más: Platón, sobre la condenación de las artes, en especial la poesía.

Admito que las analogías que he ocupado puedan no ser las adecuadas para introducirme al tema debido a sus diferentes naturalezas; sin embargo espero ser dispensado por el lector.

Con Nietzsche aprendimos que “[s]i admitimos que la verdad es mujer, ¿no deberemos creer que todos los filósofos […] entendían poco de mujeres [?]”[1] (Nietzsche 3). Lo que nos lleva pensar que el intento platónico por separar a los poetas de la república por ser éstos quienes faltan a la verdad, no es más que un intento fallido por parte de Platón de creerse un galán.

La Justicia como consecuencia de la verdad


La razón por la cual aparta de la filosofía platónica a la poesía, deriva de que “[l]a palabra poética no es expresión de la verdad, sino de la mentira, de la falsedad […] La belleza del verso ejerce tal atracción en quien lo escucha, que le hace cómplice de las falsedades del poeta” (Blesa 67). Pero, ¿para qué quiere la Verdad el filósofo, en este caso Platón? Porque “[l]a poesía va contra la justicia, mas no inmediatamente, sino porque va contra la verdad” (Zambrano 132). Podemos decir, pues, que la poesía evita la justicia, pero ¿qué es la justicia para el alumno de Sócrates?, digamos que “la justicia no es sino el correlato del ser en la vida humana y en su mundo correspondiente […] Solo [Sic] la armonía de todos los contrarios es verdaderamente. Justicia sería esta total armonía solamente” (Zambrano 132).

Recordemos que los conceptos se definen mediante la oposición. Así, pues, el bien existe en contraposición con el mal, la vida con la muerte y por supuesto: la justicia como concepto opuesto a la injusticia. “¿Cómo podrá nacer una cosa de su contraria?”, pregunta Nietzsche “la verdad del error, o bien la voluntad de lo verdadero de la voluntad del error”. (Nietzsche 5). Para María Zambrano el sólo hecho de ser ya es un acto de injusticia pues al ser algo se ha desplazado la existencia de otro algo como lo que lo otro es; es decir, se está siendo a costa de que ese otro algo no sea lo que el otro es. Con ello podríamos definir mejor la justicia como aquella cosa cuya existencia no interfiera con la existencia de otra cosa; sería imposible creer en ello. En el momento que existe ya está cometiendo la injusticia de suplantar el lugar de otro. No existe la justicia como tal desde la concepción zambraniana; por ello, pensar en una condenación a la poesía por faltar a la justicia es, ahora, impensable; ya que si pensamos que “[n]ada es justo sino refiriéndose al todo” (Zambrano 132) y todo está configurado mediante esta oposición y desplazamientos de existencias, entonces, la justicia platónica no existe. Es sólo una idea.

La poesía como verdad


Mencioné anteriormente que para Platón la poesía es engaño. Sin embrago, “la poesía —dice Zambrano refiriéndose a la idea del maestro de Aristóteles— no es que sea un engaño, una falacia entre otras, sino que es la falacia propiamente. Solo [Sic] la poesía tiene el poder de engañar porque únicamente ella tiene el poder de escaparse del dominio del ser[2] (Zambrano 133). Vemos, pues, que la poesía no es, se escapa de esa virtud injusta que es la existencia y no desplaza la existencia de otras cosas. La mentira forma parte del ser humano en tanto necesidad de supervivencia. No hay ser humano que no mienta. “Confesar que la mentira es una condición vital, eso es, ciertamente, oponerse de peligrosa manera a las evaluaciones habituales; y le bastaría a una filosofía osarlos para colocarse, por este solo hecho, más allá del bien y del mal[3] (Nietzsche 8).

La configuración del hombre, según Platón, está basada en el reconocimiento de sí mismo. Recordar es reconocer, es el principio de nuestro conocimiento. El hombre y la mujer ya son, sólo tiene que reconocerse, por esto, el hombre y la mujer son injustos y el hombre y la mujer son verdad porque existen. El poeta mediante la mímesis, representa la verdad del hombre. El poeta es hombre o mujer, el poeta es tan injusto y tan verdad como el hombre o mujer común. La poesía no es, hemos dicho, la poesía representa, no desplaza la existencia de un Algo más; entonces, la poesía es justicia. Por eso la poesía es la verdad individual, porque cada quien se construye su juicio de la justicia, juicio que se ve corrompido en tanto la concepción colectiva, porque la poesía-justicia tiene cabida de diferentes formas en los diferentes sujetos. La poesía en la medida que se va configurando como verdad individual funge como razón y ésta es libertadora; entonces, la poesía tiene como consecuencia la justicia, razón y libertad. La poesía es palabra, es razón; el logos es poesía que no ha sido escrita, es la idea de donde parte el verso. A pesar de que para Platón el poeta escape de la razón y Zambrano describa esta huída como la fuga de la tiranía divina y de la razón. Me parece que no es así, me parece que pregona la voz de la razón mediante la razón misma del individuo. La razón individual no deja de ser razón, así como el logos en boca de quien lo diga no deja de ser logos.

“La poesía es embriaguez, y solo [sic] se embriaga el que está desesperado y no quiere estarlo; el que hace de la desesperación su forma de ser, su existencia” (Zambrano 137) Si tomamos en cuenta que la poesía antes de ser embriaguez, tienen como característica la justicia, la razón y la libertad, podemos pensar que la poesía es para quien la necesita, y ¿quién la necesita? Todos. Sin embargo, el mismo prejuicio que para los filósofos, existe también para los lectores de poesía, los vividores de la poesía (y con ello no me refiero a los que poetizan para recibir dinero a cambio, sino a los que no pueden vivir sin ella).

Hay en la visión platónica una contradicción, “Platón actuaría […] guiado por la voluntad de los dioses antiguos, esos mismos dioses que inspiraban a los poetas que él tanto criticó” (Blesa 74), uno de los motivos, también, para condenar a los poetas al exilio de la república. Esto anterior vuelve paradójica la condenación a la poesía, pues a esta guía de los dioses a los poetas es lo que Platón nos dice que es lo que hace caer en el delirio (y la falta de verdad) a los poetas. Sin embargo:

[e]sta contradicción se deshace, según [Zambrano], si se descubre que el verdadero designio platónico está orientado por el mismo delirio amoroso que aquejaba a los poetas, un delirio de amor hacia la belleza perecedera de las cosas. Pero, en contra de los poetas, Platón no se queda en el delirio, no se resigna a contemplar y cantar la pérdida de la belleza que ama, sino que ingenia un modo de eternizarla. (Blesa 74)

Lo que demuestra una sola cosa: nunca nadie ha podido constituir una formulación sin que éste, haya caído ante su némesis teórica. Todos han trastocado, aunque sea sólo algunos centímetros, aquello de lo que aparentemente están en contra. Es, pues, menester regresar al pasado, y decirle a Platón que, como Aristóteles hizo con su mundo de las ideas; todos y cada uno puede contradecirlo con argumentos platónicos. Claro que esto puede variar para ser una buena contraposición, o una mala. Pero en cualquier caso, una que nos orille a sonreír, ora de ingenuidad, ora de escepticismo, ora burla; etcétera.

Mucho puede decirse, mucho puede ser omitido. Sé que en este ensayo he llevado la contra a diestra y siniestra; pero, como diría Nietzsche: “Perdóneseme mis hábitos de viejo filólogo, si no puedo renunciar al maligno placer de poner el dedo en las interpretaciones erróneas” (Nietzsche 23). Que se me perdone también, si soy partícipe de estas interpretaciones.

Bibliografía:

Blesa, Mercedes Gómez. «Zambrano: la condenación platónica de la poesía.» Gonzáles, José María Beneyto y Juan Antonio Fuentes. María Zambrano: la visión más transparente. Madrid: Trotta, 2004. 61-75.

«Más allá del bien y del mal.» Nietzsche, Federico. Más allá del bien y del mal / Genealogía de la moral. México: Porrúa, 2004. 2-190.

Zambrano, María. Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica, 1996.



[1] Las cursivas son mías.

[2] Las cursivas son mías.

[3] Las cursivas son mías.

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