domingo, 12 de diciembre de 2010

Dos perspectivas de la muerte a través de Cova, el poeta de la selva



Tú sin aliento ya, dentro de poco

Volverás a la tierra y a su seno

Que es de la vida universal el foco.

Manuel Acuña

Arturo Cova, narrador autodiegético de La vorágine, durante el proceso narrativo toma un papel de narrador testigo. Cova es un poeta romántico cuya obsesión con Alicia lo lleva a encontrarse con el mundo de la explotación cauchera. La necesidad de rescatar su hombría lo envuelve en situaciones adversas, con soluciones que le resultan siempre inesperadas o por lo menos confusas.

El estado de los caucheros es el tema primordial de la novela, utilizando la relación del protagonista y la joven como pretexto para el desarrollo de la denuncia social. Narra las peripecias de los trabajadores del caucho en la selva. El lugar se describe como un laberinto, y llega a comportarse como una de las más salvajes bestias; que sólo se defiende por el mal que obtiene día tras día.

Arturo Cova no pertenece al ambiente de la selva ni de la pampa; por ende, tiene que enfrentarse a momentos en los que se siente subestimado por los vaqueros “¿Por qué no me llevan a las faenas? ¿Imaginarían que era menos hombre que ellos? (Rivera, 43)

Para el protagonista no hay intermedios, se puede percibir claramente lo dicho, en sus descripciones; específicamente, en las que hace sobre la muerte. La muerte en La vorágine es dual, según Edmundo de Chasca; es parte de una construcción de poesía idílica mediante los contrastes. En sus propias palabras: “[…] su función es iluminar, por medio del contraste lírico, la tenebrosidad malévola […]” (de Chasca, 131). El contraste del que nos habla de Chasca, son marcados por dos momentos elementales dentro este tema: la muerte de Millán y la de los indios en el río. Lo interesante de estos óbitos, son las descripciones que los hacen catalogarse en dos: La bella y la horrorosa muerte.

Millán, siendo un miembro de los vaqueros de Barrera; es muerto por un toro al intentar lazarlo, es una descripción grotesca y sangrienta. La figura deformada del vaquero tiene una gran impresión en la mente del poeta, debido a que para él –como todo romántico-, la muerte es la liberación de un problema llamado Vida. Al ver el cuerpo del vaquero Millán, tiene que enfrentarse con la idea de que la muerte no es un motivo de estética o estilo. No hay vida más allá de eso, al menos no aparentemente.

Con el deceso de los indios, es diferente. Cova le atribuye un adjetivo digno de ser aplaudido y de algunas lágrimas de sublimidad: “¡Bello morir el de aquellos hombres, cuya existencia apagóse de pronto […] haciéndolas hervir de júbilo!” (Rivera, 108). El lago los absorbe; no son amigos, pero tampoco enemigos, sino ayudantes y al morir se liberan de toda negatividad que pudiese tener su triste existencia. Una visión más amplia de la muerte, es decir, la desaparición de la vida, sin dejar tampoco huella de que la hubo en ese lugar; ya que el cuerpo de los indios, no vuelven a aparecer. Han sido eliminados.

Son dos contrastes, aquél que ha apoyado al poeta, es quien tiene una muerte sublime, quien no; sufre la tortura y la desdicha de una muerte cruel y posiblemente dolorosa. Cova estaría compartiendo (sin saberlo), con Da Vinci [1]que “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa dulce muerte”. Ya que Millán tuvo una vida de robo, homicidio y corrupción, es decir, de delincuencia; se enfrenta a una muerte dolorosa y completamente sangrienta. De las dos víctimas del lago no tenemos mucho conocimiento, pero sus nombres “[…] pájarito[sic] del Monte y Cerrito de la Sabana” (Rivera, 92) contienen una carga semántica de humildad. El pájaro suele ser dócil y atacar sólo si es atacado o para proporcionar alimento a los suyos; el cerro es un buen lugar para mirar todo aquello que pueda dañar a los de la familia y tomar precauciones. Por esto, encontramos que el juicio estético de Arturo sobre la muerte, depende de la estima que le tenga a quien fallece.

Para concluir, puedo decir que, la belleza de la muerte está en la ausencia brutalidad y por supuesto, del cadáver; y los motivos. En la primera, una criatura conocida en todo su esplendor se rebela y ataca a quien intenta capturarlo. Aunque Cova en algunos pasajes tiene delirios suicidas, lo que más le horroriza es que él pudo ser el muerto y morir así no es digno de un poeta, sino de un vaquero. Al contrario, el fallecimiento de los indios es diferente en ese sentido: quien les da la muerte es quien generalmente da vida. El agua toma a los dos acompañantes; los lleva a lo profundo de su ser. No hubo después imágenes de los muertos, cuyos rostros recordaran al poeta que en la transición de la vida a la muerte no hay sólo tranquilidad, sino probablemente también dolor y desesperación. En otras palabras, María Mercedes de Velasco lo menciona como “Los cadáveres pertenecen al mundo subterráneo y no deben contaminar la tierra” (María Mercedes de Velasco, 42), una forma de resumir lo que he mencionado.


[1] Nació en 1452 en la villa Toscana. Escultor, escritor, pintor y físico.

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