miércoles, 16 de junio de 2010

El poeta que se murió de amor



Pobre de aquellos que se enamoran de las mujeres hermosas, pues como el ser humano es imperfecto siempre habrá alguien mejor que uno. El amor es la desgracia de muchos y las alegrías de otros más; pero, cuando se trata de ganarse a una mujer culta ,el camino más sencillo es la poesía.

Manuel Acuña nació en Saltillo, Coahuila en 1849 y es uno de los poetas más reconocidos de literatura mexicana del siglo XIX. Como muchos escritores apasionados, se suicido a los 24 años. Su suicidio -según dicen- fue por el amor de Rosario de la Peña y Llerena, pero bueno, esto seriía -como comúnmente se dice- "cargarle el muertito" a doña Rosario. En opinión de algunos críticos, Rosario fue solamente una razón adicional a sus problemas de pobreza extrema. Sobre Rosario de la Peña, se sabe que también fue pretendida por José Martí y Manuel M. Flores.

A pesar de todo, recientemente se ha dejado claro que aunque el enamoramiento por De la Peña pudo tener lugar, la realidad era que Acuña sostenía una relación menos idealizada con una poetisa que al postre se convirtió en una intelectual famosa: Laura Méndez de Cuenca. El enamoramiento por doña Rosario le trajo cosas buenas: “Nocturno”, su trabajo más representativo.

(Fragmento)
I
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II
Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

Se dice por ahí, que doña Rosario sufrió ataques, pues la gente pensaba que fue por ella que el poeta se había suicidado; obligando con esto a que doña Rosario no saliera de su casa en un largo tiempo.
Bien, pues ésta es la historia de un poeta que anhelaba ser amante, pero terminó muerto.
¡Ah! Siguiendo con la tradición oral de Acuña, les dejo un fragmento muy significativo para la autora de esta breve reseña. Este fragmento es el XII del poema “Hojas secas”

“Te amo-dijiste- y jamás a otro hombre
Le entregaré mi amor y mi albedrío”,
Y al quererme llamar buscaste un hombre,
Y el nombre que dijiste no era el mío.






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